Código judicial o
recetario del oficio de juzgar
(Parte Final)
El juez, está
obligado a medir cuanto dice y, en caso de duda, debe contar hasta diez
antes de abrir la boca, darle a la pluma o a la tecla del ordenador.
En los autos y sentencias sobran los
malos modales, las divagaciones o los malabarismos. Si el juez tiñe y destiñe las palabras
a capricho o voluntad, tarde o temprano, sus torpes garabatos lo dejarán en
cueros, lo cual también acaecerá si utiliza el papel de oficio para vaciar
venenos o miasmas no menos insanas.
Quiero advertir que esta breviario de
principios está dedicado a jueces y magistrados en activo como a los que se
encuentren en servicios especiales, a los titulares como a los suplentes o
sustitutos e incluso a los jubilados con rango de eméritos, especialmente a uno
de estos muy significado últimamente y que aún, de forma inexplicable,
pertenece a la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo.
Quien no sea capaz de funcionar
acorde con la misión encomendada, ya que ésta es una unidad de conducta y
expresión, debería buscar trabajo en otro lugar. Ni la traición a los
postulados de la profesión, ni el disimulo, ni la mentira y mucho menos la
conspiración, son supuestos o situaciones admisibles.
Me permito suponer que una justicia independiente,
con unos jueces imparciales conduce a aumentar la fe de los ciudadanos en la
Justicia., En España hay unos 4.000 jueces que son los que la hacen. Salvo
otros funcionarios judiciales no menos dignos de ser tenidos en cuenta, nadie
más – excepción hecha del Parlamento y de los ministerios e instituciones
legalmente competentes--, entre los que incluyo, como primer intruso, al
político de turno de escasos o nulos escrúpulos que tiene ni arte ni parte en
el buen orden y concierto de los tribunales, como tampoco la tienen los
fabricantes de credenciales de buenos y malos jueces, progresistas,
conservadores, fachas u otras especies de la fauna y flora judicial.
Digo cuanto queda dicho de sus
señorías con el ruego a los lectores de que se sirvan apreciar el mucho
afecto—casi pasión—que siento y proclamo hacia la Justicia y sus oficiantes.
Pero hay que vivir sin telarañas en los ojos y pensando que la Justicia es como
una estrella fugaz de trayectoria incierta.
El juez no es más que el muro de las lamentaciones ante el que lloran a
gritos o en silencio, los hombres que alimentan el clamor, a veces
ensordecedor, por la Justicia.
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Hasta aquí el magnífico y
brillante artículo de Javier Gómez de
Liaño, magistrado excedente y abogado, publicado en el Diario El Mundo el
martes día 13 de abril de 2010.
No pretendemos dar lecciones a nadie;
sin embargo, de su lectura se desprende
un juicio y un sentido ético y moral al
alcance de muy pocos, sobre todo –es una opinión-- de las personas encargadas
en España de impartir Justicia.
Una pequeña reflexión que seguro
ustedes van hacer de la intervención de Afinsa, nos da la pista del tremendo déficit o nulo
recetario del oficio de juzgar –dicho con el máximo respecto– existente
en nuestro país, una lástima.
Asociación Afectados de Afinsa