Código judicial o
recetario del oficio de juzgar
(Cuarta Parte)
10º.- El juez es un expósito y ha de saberse blanco de veredictos ajenos,
aunque esto no signifique que contra él haya barra libre al agravio.
El oficio de juzgar al prójimo es
tarea delicada y sensible, pero el insulto al juez crea tensión, malestar y
hasta miedo, cosas todas ellas, no previstas en la Constitución.
Los ciudadanos desean respetar a sus
jueces y a cambio sólo les exigen que sean respetables, no sólo en el fondo,
sino también en las formas.
Que un grupo de jueces firme un
manifiesto contra magistrados del Tribunal Supremo porque uno de los suyos es
investigado, es mal camino y alarmante señal de injusto exceso.
11.- No puede el juez tener actividades accesorias o complementarias
incompatibles con la esencia de su función.
No aceptará regalo alguno, ni
privilegio o ventaja que hagan dudar de su honradez. Ha de distinguir lo
adjetivo de lo sustantivo. Rechazará cualquier condecoración y distinción
que no sea estrictamente judicial. Tampoco practicará turismo judicial ni
ocupará, de gorra, asiento en espectáculos varios.
12.- El juez debe admitir la posibilidad de equivocarse.
Errar y estar herrado son cosas muy
distintas. Lo primero es de humanos y el juez, como tal, se mueve en el error. No
es el error de buena fe sino la injusticia consciente lo que mata a la
Justicia. La resolución venal es injusta hasta la iniquidad, porque ningún
error se ha cometido al aplicar la ley.
13º.- Ha de ser el juez prudente en sus juicios y hasta huir de su propia
voz.
Escribirá siempre con la máxima
corrección posible y con total respeto al destinatario de la resolución. Achicharrar a un justiciable, por
muy imputado que sea, con el uso de adjetivos a contrapelo, es subterfugio
excesivamente torpe y mal camino para tener razón.
Fuente: Diario El Mundo