lunes, 19 de octubre de 2015

RECETARIO DEL OFICIO DE JUZGAR (IV)



Código judicial o recetario del oficio de juzgar
(Segunda Parte)

3º.- El juez es siervo de la ley e instrumento al servicio de ella. La simple elección del oficio lleva consigo la renuncia a cualquier tentación de espiritismo.
Ha de ser cosa bien sabida por el juez que su conciencia no puede suplir  a la voluntad de la ley. Todo el interés se encuentra en aplicar la ley y detrás de esto no hay nada, salvo el fin.
El juez puede pensar lo que quiera, pues es un derecho que le asiste como a cualquier hijo de vecino, pero el desoír la ley abre las espitas de la resolución injusta. Decir, por ejemplo, que es una persona comprometida o con imaginación creativa  que tiene que interpretar la ley no de manera técnica sino ideológica, constituye una perversión jurídica.
El uso alternativo del Derecho suele degenerar en abusos alternativos del Derecho. La radicalización del derecho libre es un bárbaro y ruinoso ataque a la seguridad jurídica. En un Estado de Derecho quien manda es la Ley; pero la ley nacida del parlamento y no de la mente caprichosa del juez, que es conducta, además de inmoral, dañina para el buen orden y concierto social.
No cabe duda de que  quien se niega a aplicar la ley a sabiendas de su claridad, en lugar de ser siervo de la ley --palabras de Montesquieu – es un tirano que fuerza al texto legal a decir cosas que jamás el legislador pensó.

4º.- El juez  debe ser tan imparcial como un espejo plano y ha de acreditarla en el ejercicio de sus funciones.
La imparcialidad de un juez consiste en no estar, ni haber estado en posición de parte. La Ley no le excluye porque sea parcial sino por temerse, fundamentalmente, que lo sea.


5º.- En la conciencia del juez ha de ser nítida la linde de lo que se debe y puede hacer.
En pura ley moral, el fin no justifica los medios. EL juez que crea lo contrario ha de confesar su preferencia por la siempre peligrosa razón de Estado, esa caduca teoría de Maquiavelo que tanto éxito tuvo y tiene aún entre ingenuos y mediocres.



Fuente: Diario El Mundo